Disciplina Sin Lágrimas - Reseña crítica - Tina Payne Bryson
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Disciplina Sin Lágrimas - reseña crítica

Disciplina Sin Lágrimas Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Parentalidad

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: Disciplina sin lágrimas

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9788490704523

Editorial: B DE BOOKS

Reseña crítica

A través de conceptos claros y sencillos, Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson abordan un enfoque moderno sobre la disciplina. Reformulan el concepto, lo relacionan con la enseñanza y nos dan tips para aplicarlo con nuestros hijos. Si los pones en práctica podrás orientar y alimentar el desarrollo mental de los niños. ¿Estás preparado para este cambio en la vida de tu familia?

Repensar la disciplina

A la disciplina parental comúnmente se la asocia a un castigo duro, que limite a futuro los errores o las “faltas” de los niños. Castigarlos, encerrarlos en sus habitaciones o algún otro correctivo similar.

Sin embargo Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson traen otra idea. Invitan a actuar para que por tu parte la disciplina sea menos una reacción que genere miedo y más una respuesta para crear destrezas. Esto puede producirse mientras reduces el enfrentamiento y refuerzas la conexión con el infante.

Para lograr eso es necesario empezar por hacernos tres preguntas. Primero, ¿por qué mi hijo ha actuado así? Segundo, ¿qué lección quiero dar en este momento? Y tercero, ¿Cuál es el mejor modo de enseñar esta lección?

Con estos tres planteamientos podrás abandonar más rápido el “piloto automático” que tomas cuando tu hijo se enoja o te falta el respeto.

Este enfoque surte efecto también con niños mayores a cuatro años. Puedes probar aplicarlo cuando tu niña de 9 años se resista a hacer la tarea escolar.

Como niños diferentes requieren respuestas diferentes a las preguntas qué-por qué-cómo, no estamos diciendo que cualquiera de estas respuestas específicas vayan a ser necesariamente aplicables a tus hijos en un momento dado.

La clave radica en plantearse la disciplina de una forma nueva, en repensarla.

Tampoco estamos diciendo que vayas a hacerlo a la perfección todas las veces, o que inmediatamente vayas a ser capaz de evaluar atentamente tu respuesta cuando tus hijos estén alterados. Pero cuanto más tengas en cuenta y practiques este enfoque, más natural y automático será hacer una valoración rápida y dar una respuesta intencional.

Cuando disciplinamos con el piloto automático, solemos responder a una situación partiendo más de nuestro estado de ánimo que de las necesidades del niño en ese preciso momento.

Las preguntas nos estimulan a ser conscientes de la edad y las necesidades exclusivas de cada individuo. Al fin y al cabo, lo que funciona en un niño puede ser exactamente lo contrario de lo que necesita su hermano.

Por otro lado, los autores señalan que son grandes defensores de los límites y las restricciones pero se oponen enérgicamente a los azotes.

Tu cerebro bajo disciplina

Siegel y Bryson hablan de tres descubrimientos fundacionales del cerebro, a los que llaman las tres “C cerebrales”. Estos pueden ser inmensamente beneficiosos para imponer disciplina con eficacia y menos drama, al mismo tiempo que enseñas a tus hijos lecciones importantes acerca del autocontrol y las relaciones.

La primera “C cerebral” es que el cerebro es cambiante. Parece simple, pero sus repercusiones son enormes y deberían inspirar todo lo que hacemos con nuestros hijos, disciplina incluida.

Como el cerebro de un niño está cambiando y desarrollándose, es preciso rebajar nuestras expectativas y entender que los desafíos emocionales y de comportamiento serán lo habitual.

La segunda “C cerebral” resulta de lo más estimulante y ofrece esperanza a los padres: el cerebro no sólo es cambiante -se desarrolla con el tiempo-, sino también cambiable -puede ser moldeado de forma intencional mediante la experiencia-.

Las repetidas experiencias de tus hijos con la disciplina también estarán estableciendo conexiones en su cerebro.

También es complejo, nuestra tercera “C cerebral”. El cerebro es polifacético, y posee diferentes áreas responsables de distintas tareas. Unas son responsables de la memoria, otras del lenguaje, otras de la empatía, y así sucesivamente.

La complejidad del cerebro significa que cuando los niños están alterados, o cuando están comportándose de una manera que no nos gusta, podemos apelar a diferentes “áreas” de su cerebro, a diferentes regiones y maneras de funcionar, con distintas respuestas parentales que activan circuitos diferentes. Por tanto, podemos recurrir a una parte del cerebro para obtener un resultado y a otra para obtener otro.

¿Cuándo aplicamos las tres “C cerebrales”? Ningún padre es capaz de transmitir este mensaje siempre y en todas las circunstancias. Pero sí podemos enviarlo de forma repetida y sistemática, para que en la mente de los niños no haya nunca duda.

Esta clase de disciplina previsible, sensible, cariñosa, relacional, permite a los niños sentirse seguros.

Las tres “C cerebrales” llevan a una conclusión crucial e innegable. En realidad, la Disciplina sin Lágrimas ayuda a construir el cerebro. Fortalece las conexiones neurales entre las partes cerebrales superior e inferior, conexiones que dan lugar a percepción personal, responsabilidad, toma de decisiones flexibles, empatía y moralidad.

De la rabieta a la tranquilidad: “conexión” es la clave

La conexión es un instrumento tan potente cuando los niños están enfadados o tienen dificultades para tomar buenas decisiones.

En ocasiones podemos eludir del todo la imposición de disciplina simplemente actuando de forma proactiva, no reactiva. Cuando obramos proactivamente, buscamos momentos en que se avecinen la mala conducta y/o pataleta y tomamos cartas en el asunto para intentar guiarlos por este potencial campo minado.

De acuerdo, a veces no aparecen señales claras antes de que los niños tomen malas decisiones y se comporten de forma inapropiada. Pero otras veces podemos interpretar las pistas que nos dan y dar pasos proactivos para adelantarnos a los acontecimientos disciplinarios.

En cualquier caso, a veces la mala conducta sucede sin más. Y ninguna medida de proactividad puede impedirla. Entonces es el momento de conectar.

Hay tres ventajas fundamentales de establecer conexión como primera respuesta cuando a nuestros hijos les cuesta controlarse y tomar decisiones adecuadas.

La primera es que la conexión lleva a un niño de la reactividad a la receptividad. Con ello pueden ser más receptivos a las lecciones que queremos enseñarles y a las interacciones saludables que queremos compartir con ellos.

En segundo lugar, la conexión construye el cerebro. Cada interacción con nuestros hijos brinda la oportunidad de construir su cerebro y potenciar su capacidad para ser la clase de persona que esperamos que sean. Y todo comienza con la conexión.

Mientras que el tercer punto a favor es que se intensifica la relación con tu hijo. Al fortalecerla estarás preparando a tu hijo para ser buen hermano, amigo y compañero a medida que se acerque a la edad adulta.

¿Qué sucede con los berrinches? ¿Hay que dejarlos pasar? Si un niño es incapaz de regular sus emociones y acciones, nuestra respuesta ha de ser para ofrecerle ayuda y hacer hincapié en el consuelo. Debemos ser estimuladores y empáticos, y centrarnos en la conexión.

Ojo, no confundas la indulgencia, por una parte, con el amor y la conexión, por la otra.

“Conexión Sin Lágrimas” en acción

En general, la conexión es bastante complicada. Para tener mayores opciones de éxito es fundamental que mantengas una flexibilidad de respuesta.

Es decir, ser flexible con respecto a nuestra respuesta a una situación. Significa hacer una pausa para pensar y escoger las mejores medidas que puedan tomarse.

La flexibilidad de respuesta te ayuda a decidir ser tu yo más sensato posible en un momento difícil con tu hijo, para que pueda darse la conexión.

Es prácticamente lo contrario de la disciplina del piloto automático, donde aplicas un enfoque robótico “de talla única” a todos los escenarios que surgen.

Como sucede con muchos aspectos de la crianza de los hijos, la flexibilidad de respuesta tiene que ver sobre todo con educarlos de manera intencional.

Estamos hablando de tener presentes las necesidades de tu hijo en este momento concreto. Si en tu cabeza dicho objetivo ocupa un lugar destacado, la conexión se producirá necesariamente.

Los autores plantean una serie de principios de conexión para usar la flexibilidad de respuesta. Baja la “música tiburón” -ver lo que realmente está pasando-, buscar el porqué y pensar en el cómo son los tres mencionados.

¿Cómo es realmente la conexión? Hay un ciclo que lo explica de manera sencilla. La primera estrategia es transmitir consuelo. Procurar a los niños afecto físico cariñosamente modifica literal y beneficiosamente su química cerebral.

La segunda estrategia es validar, validar, validar. Es la clave de la conexión cuando los niños se muestran reactivos o están tomando malas decisiones. Además de comunicar consuelo, hemos de hacer saber a los niños que les escuchamos, que les entendemos, que lo hemos captado.

En tanto que la tercera es hablar menos y escuchar más. Soltar un sermón a un niño emocionalmente activado no sirve de nada. Transmite consuelo, valida los sentimientos de tu hijo, y luego cierra la boca y escucha. Escucha realmente lo que está diciendo.

Por último refleja lo que oyes. Con esto básicamente les transmitimos lo que nos han explicado ellos.

Disciplina 1-2-3: redirección para hoy, y para mañana

La redirección es el modo en que respondemos cuando los niños hacen algo que no nos gusta o no hacen algo que queremos que hagan. Una forma sencilla de pensar en la redirección es adoptando un enfoque 1-2-3, que se centra en una definición, dos principios y tres resultados deseados.

Hemos de empezar con la definición de “disciplina”. Esta tiene que ver con la enseñanza. Si olvidamos esta simple verdad, nos desviaremos del rumbo. Si la disciplina acaba relacionada con el castigo, por ejemplo, perdemos la oportunidad de enseñar.

El primero de los principios dice que hay que esperar a que el niño esté preparado. En cuanto hemos conectado y permitido a nuestro hijo ir a un lugar donde esté listo para escuchar y utilizar el cerebro superior, ya podemos redirigir.

En consecuencia, el segundo principio sostiene que la coherencia a la hora de educar es esencial. Pero no hasta el punto de llegar a la rigidez. La primera nos permite procurar a los niños lo que se denomina “contención segura”, pues tiene una base sólida y límites claros que les ayudan a orientarse cuando estallan las emociones.

Con todo esto pretendemos tres resultados. Uno de ellos es la percepción. En vez de dar órdenes y exigir sin más que los niños satisfagan nuestras expectativas, les pedimos que perciban y reflexionen sobre sus sentimientos y sus respuestas a situaciones complicadas. Mediante la práctica y conversaciones creadoras de percepción, los niños pueden llegar a ser más conscientes y entenderse más a sí mismos.

El segundo resultado es la empatía. Queremos que los niños se ejerciten en la tarea de reflexionar sobre cómo sus acciones tienen impacto en los demás, ver las cosas desde el punto de vista del otro, y desarrollar conciencia de los sentimientos ajenos.

Mientras que el último es la integración y la reparación de daños. La integración le permitirá repensar al niño, en tanto que la reparación se basa en la percepción y la empatía para pasar a continuación al mapa de la visión de la mente del “nosotros”, al tiempo que se restablece la conexión con la otra persona.

Abordaje de la conducta: tan sencillo como R-E-D-I-R-E-C-C-I-O-N-A-R

En medio de momentos frustrantes lo más conveniente es hacer una pausa. Procura no reaccionar, castigar o reñir llevado por el enfado.

Sabemos que no es fácil, pero recuerda: si tus hijos se han equivocado de algún modo, debes redirigirlos de nuevo hacia su cerebro superior. Así que también es importante que tú también estés en el tuyo.

El primer paso es permanecer lúcido y tranquilo durante una pausa. Luego acuérdate de conectar.

Tu objetivo es permanecer firme y coherente en tu labor disciplinaria mientras interaccionas con el niño de una manera que transmita cariño, amor, respeto y compasión. Estos dos aspectos del estilo parental pueden y deben coexistir.

Siegel y Bryson brindan algunas estrategias para ayudarte a redirigir. La primera es reducir las palabras. Sugieren encarecidamente que, cuando redirijas, resistas el impulso de hablar demasiado.

La segunda es aceptar emociones. Es decir, los padres deben ayudar a los niños a comprender que sus sentimientos no son ni buenos ni malos, ni válidos ni inválidos. Son, sin más.

Además mencionan que hay que describir, no predicar. Así nuestros hijos reciben el mensaje con menos agobio y sin estar a la defensiva.

También tienes que implicar a tu niño en la disciplina. Lo mejor es tener un diálogo bidireccional entre padre e hijo.

La quinta es reformular un “no” en un “sí” condicional. Un “sí” de apoyo activa los circuitos de compromiso social, con lo que el cerebro se vuelve receptivo.

Asimismo hay que subrayar lo positivo. Una de las mejores maneras para afrontar el mal comportamiento es centrándote en los aspectos positivos de lo que están haciendo tus hijos.

Enfocar la situación de manera creativa es la séptima estrategia. Hemos de estar dispuestos a improvisar sobre la marcha y encontrar distintas maneras de gestionar cualquier problema que surja.

Por último, recuerda enseñar herramientas de visión de la mente. Es la capacidad de ver la propia mente y la de  otros así como de promover la integración en nuestra vida.

Notas finales

Para concluir con esta guía, los autores dejan cuatro mensajes esperanzadores y de consuelo para los momentos difíciles en que todos afrontamos inevitablemente la tarea de imponer disciplina a los hijos.

El primero es que no existe ninguna varita mágica. A veces, cuando los niños están pasando un rato difícil, no podemos hacer nada para “arreglar” las cosas.

Por otro lado, tus hijos se benefician incluso cuando tú lo echas todo a perder. No eres un mal padre si cometes errores de manera habitual. Eres humano.

El tercero es que siempre puedes reconectar. Es inevitable experimentar conflictos con los niños. La clave es reparar cualquier brecha en la relación lo antes posible.

Cierran diciendo que nunca es demasiado tarde para realizar un cambio positivo. Quizá tengas la impresión de que con tu forma de imponer disciplina estás debilitando tu relación con ellos. No desesperes: puedes cambiar la manera de hacerlo a cualquier edad, tuya o de tu hijo.

Consejo de 12’

 Puedes seguir fortaleciendo la relación con tu hijo dándole ejemplos de vida con “Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes”, de Elena Favilli y Francesca Cavallo. Este original libro narra historias de mujeres emblemáticas para que las niñas sepan que pueden superar los obstáculos que la sociedad les pone. Y para que los niños conozcan acerca del empoderamiento femenino. ¿Te animas a esta obra integradora?

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¿Quién escribió el libro?

Tina Payne Bryson es una pediatra y psicoterapeuta de adolescentes. Además ha publicado varios libros sobre cria... (Lea mas)

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